Modelo de resiliencia y expresión artística en niños, niñas y adolescentes de zonas rurales contiguas a espacios territoriales de capacitación y reincorporación

Introducción

En respuesta a la violencia reportada a nivel mundial, regional y local, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha desarrollado estrategias que buscan potenciar en todos los territorios un enfoque preventivo y promocional. Por ello, en el año 2016 la meta de la seguridad humana, con respecto a la salud, fue comprendida desde el aumento de la resiliencia de poblaciones que viven en condiciones de vulnerabilidad, para que puedan gozar de buena salud (Korc et al., 2016). Así entonces, la construcción del sentido de la vida, la búsqueda de la felicidad y la reconstrucción de narrativas transformadoras hacia la paz, se convierten en el punto de partida para impulsar el desarrollo personal y grupal de la infancia vulnerable que convive en contextos de violencia.

La resiliencia es un proceso que puede ser promovido a partir de una constante interacción entre la persona y su entorno, es una capacidad cambiante, no tiene límites, es un proceso que se puede desarrollar a lo largo del ciclo vital (Becoña, 2006). Los estudios de la resiliencia demuestran que se fundamenta en el vínculo y el sentido, que se gesta desde el afecto, el apego, se aprende en el crecimiento, se fortalece en el desarrollo de la personalidad, se manifiesta en todas las circunstancias de la condición humana y permite a individuos, colectivos, familias, sociedades y generaciones enteras nuevos desarrollos reconociendo los umbrales del dolor, comprendiendo las características que lo enmarcan, modificando políticas sociales y permitiendo a la especie humana reconstruir mundos, proyectos de vida y fortalezas culturales (Vanistendael, 2009; Morelato, 2011; García-Vega y Domínguez-de la Ossa, 2013; Alcaldía Santiago de Cali, 2016).

Como capacidad universal, la resiliencia permite el desarrollo de propuestas de intervención con víctimas de problemáticas sociales de una manera particular con la infancia vulnerada, que no conoce otro mundo diferente a la guerra y sus proyectos de vida los están construyendo en un entramado de relaciones signadas por la violencia debido a la persistencia del conflicto armado (Terzi, 2013; Arrogante, Pérez y Aparicio, 2015; Candanoza-Henríquez y Rojo-Gutiérrez, 2021).

De acuerdo con el reporte de Indepaz (2022), Colombia ha transitado por décadas de guerra y, sin duda, la permanencia y transformación de estructuras armadas que se enfrentan por el dominio territorial sigue dejando un número importante de población civil afectada por los desenlaces de la guerra. Esta realidad adversa convoca a trabajar mancomunadamente desde diversas disciplinas, para transformar escenarios que permitan el goce efectivo de la paz, en especial en grupos poblacionales con mayores factores de riesgo, como lo son los niños, niñas y adolescentes, así como lo resalta Unicef (2019) en el plan de acción previsto en la agenda de la infancia y la adolescencia 2019-2024.

Este grupo poblacional se encuentra en el proceso primario de estructuración de la identidad personal y comunitaria, está socializando a través de sus otros significantes dentro de una cultura particular, está internalizando una manera de auto percibirse, de vivir, de habitar el mundo, de interpretar la realidad, de relacionarse con los otros y de desarrollar prácticas sociales coherentes con el marco de referencia simbólico propio de su cultura (UNICEF,1989; Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2017). Esta realidad particular transmitida a los niños y niñas y adolescentes por los adultos representa para ellos la única realidad; así el niño, la niña y el adolescente no internalicen el mundo de sus otros significantes como uno de los tantos mundos posibles, lo internalizan como el único mundo que existe y que puede concebirse (Bello Albarracín et al., 2000; Loucks, A., Shaffer, A., 2014; Cardozo y Martínez et al., 2019; Cendales y Salamanca, 2020; González y Quecan, 2020),

Cuando los procesos de socialización de niños, niñas y jóvenes se desarrollan en contextos de conflicto armado interno como el colombiano, la muerte, el miedo y el terror se instauran como referentes cotidianos que moldean sus relaciones familiares, vecinales y comunitarias, e impacta de manera particular la forma de concebir y relacionarse con el entorno. Por tanto, organizan un modo de ser y hacer que influye de manera considerable las proyecciones futuras que se anudan de manera dinámica al presente y futuro forjado por la sociedad (Arias, Martín Cardinal y Bello, 2000; Gallego Henao, 2011; CEPAL-UNICEF, 2020).

Dichas proyecciones futuras por lo general son orientadas desde el deseo de continuidad del conflicto armado (Alvarán López et al., 2011; Flores Buils, García Renedo y Gil Beltrán, 2013), así las narrativas se convierten en instrumentos que dan continuidad a las acciones bélicas sostenidas en el tiempo. En los conflictos de larga duración, lo que cuenta ya no es la fuerza de la razón que pueda tener cada contendiente, sino a la razón de su fuerza, de su poder militar que, en algunas ocasiones, en su lugar implica su capacidad de golpear y destruir (Padilla y Bermúdez, 2016); así en las relaciones intergrupales, la razón es desplazada por la agresión y el análisis ponderado de los problemas es sustituido por los operativos militares. Los mejores recursos, humanos y materiales se orientan a la destrucción del enemigo, y lo más grave de todo es que el recurso a la violencia, que en un momento pudo ofrecerse como alternativa última y provisional, con la prolongación de la guerra se convierte en hábito y en respuesta privilegiada (Marín Baró et al., 1990; Pinteiro, 2006; Centro de Memoria Histórica, 2014; Guzmán, Campos Caicedo y Ortega, 2020).

La solución violenta de los conflictos deteriora las relaciones sociales al anquilosar narrativas que dan cabida a la existencia de nuevos conflictos que destruyen el tejido social comunitario, y generan obstáculos para la paz territorial (CIDOB, 2014). El efecto más devastador del conflicto armado sobre la población infantil que vive en las zonas de alta confrontación es que se asumen valores y costumbres favorables a la violencia; en especial durante la infancia y la adolescencia aprenden con facilidad que las armas dan la «razón», que la fuerza convertida en violencia ofrece espacios de reconocimiento.

Teniendo presentes estos factores de riesgo, es importante destacar que la resiliencia es el resultado de los mecanismos que se generan en un proceso de constante interacción entre factores de riesgo (Aguiar Andrade y Acle-Tomasini, 2012; Pérez, 2013) y factores de protección (Fundación Bernard van Leer, 2002). Los factores de protección se encuentran en contextos particulares como la familia, la cultura, la sociedad, pero también en los mecanismos propios del ser humano (Valdivieso-Cobeña y Escobar-Delgado, 2021).

Al conjugar los factores protectores en circunstancias desfavorables, se da cabida a la elaboración propia de sentidos positivos que potencian la actuación. En este sentido, a través del modelo de intervención social, propuesto en este estudio, el objetivo principal fue determinar el efecto de un modelo de creación artística en el incremento de la resiliencia, en los niños, niñas y jóvenes de dos zonas veredales, contiguas o próximas a los espacios transitorios de reincorporación y normalización de la exguerrilla de las FARC, en los departamentos de Cauca, municipio de Caldono y Antioquia, Municipio de Dabeiba.

Método

Se realizó un estudio con un enfoque mixto con una triangulación e interpretación de entrevistas semi estructuradas, narrativas testimoniales, creaciones artísticas y resultados cuantitativos obtenidos en los instrumentos aplicados.

Participantes

En el presente estudio, participaron 130 niños, niñas y jóvenes escolares que cursaban primaria o básica en zonas veredales de departamentos afectados por el conflicto armado. El 44% de los estudiantes participantes en el estudio eran hombres y el 54%, mujeres; la edad promedio fue de 9.9 años (DE= 1.8 años). El 70% cursaba estudios en la jornada de la mañana y el 71% vivía en la zona rural de su municipio; el 14% estaba en segundo o tercero de primaria y el 81% en cuarto o quinto; el 93% de los estudiantes pertenecen al estrato socioeconómico cero; el 41% pertenecía a familias nucleares, es decir, vivían con ambos padres y los hermanos (Tabla 1).

Tabla 1.: Características sociodemográficas de los participantes

Criterios de inclusión: profesionales de psicología evaluaron en los participantes menores de edad la prueba CES ERYL para determinar la capacidad de entendimiento, razonamiento y lógica.

Resultados

Para la mitad de los miembros, la autoridad era ejercida por la madre y sólo en una de cada cinco familias la autoridad la expresaba el padre; una de cada tres madres se dedica a las tareas del hogar y las demás salen a trabajar. En cuanto a la medición de resiliencia por medio de las seis dimensiones en consideración, cuatro de cada cinco familias son funcionales; uno de cada diez estudiantes tiene un nivel adecuado de autoestima; seis de cada diez estudiantes son moderadamente asertivos y uno de cada cuatro estudiantes tiene un nivel adecuado de adaptabilidad; uno de cada tres estudiantes es creativo y tiene un nivel de pensamiento crítico adecuado.

Se compararon las dimensiones de resiliencia entre los dos momentos de su aplicación para hombres y mujeres, y sus resultados se presentan en las siguientes dos tablas. En cuanto a la primera estadística, la prevalencia de autoestima es mayor en la segunda medición que en la primera y hay diferencia estadística significativa entre ambas; la prevalencia de asertividad es mayor en la segunda medición que en la primera pero no hay diferencia estadística entre ellas; la prevalencia de adaptabilidad es mayor en la segunda medición que en la primera, pero no hay diferencia estadística entre ellas; la prevalencia de creatividad es mayor en la primera medición, pero no hay diferencia estadística con la segunda; la prevalencia de pensamiento crítico es mayor en la primera medición, pero no hay diferencia estadística con la segunda (Tabla 2).

Tabla 2.: Razón de prevalencia de la primera medición del dominio resiliencia a la segunda medición

La prevalencia de funcionalidad familiar es mayor en las mujeres que los hombres y no hay diferencia estadísticamente significativa; la prevalencia de autoestima es mayor en las mujeres que en los hombres y hay diferencia estadística significativa; la prevalencia de asertividad es mayor en las mujeres que en los hombres y hay diferencia estadísticamente significativa; la prevalencia de adaptabilidad es mayor en las mujeres que en los hombres y no hay diferencia estadística; la prevalencia de creatividad es mayor en las mujeres que en los hombres y no hay diferencia estadística; la prevalencia de pensamiento crítico es mayor en los hombres que en las mujeres y no hay diferencia estadística (Tabla 3).

Tabla 3.: Razón de prevalencia de hombre a mujer en el dominio de resiliencia en estudiantes en dos zonas de Colombia en el 2021

Discusión y conclusiones

A partir de los resultados, es posible afirmar que el impacto de la intervención artística y social diseñada para la investigación fue efectiva, ya que aumentó la presencia de cuatro de las seis dimensiones de resiliencia en los estudiantes que hacían parte de la muestra. Así mismo, mejoró la funcionalidad familiar, la autoestima, la asertividad y la adaptabilidad de ellos, lo que puede interpretarse positivamente de varias maneras. Es posible afirmar que para zonas de población con desventaja económica y social, como zonas veredales, el arte y la cultura cuentan con importantes valoraciones y por ello tienen considerables aportes a la formación de buenos ciudadanos y facilitan que las personas y comunidades puedan llegar a alcanzar niveles deseables en la salud mental de los estudiantes. Tales hallazgos están alineados con los resultados previos obtenidos en poblaciones especiales por Grajales y Atehortua (2018), Alvarán et al., (2021) y Lousa y Hughet (2022).

Este efecto al parecer ocurre porque la expresión artística implica la generación de expresión simbólica que, a su vez, da lugar a la reconstrucción del recuerdo a partir del desahogo y elaboración de emociones como el miedo, enojo y tristeza en espacios abiertos de bajo costo pensados por y para todos. Así mismo, Arias Herrera (2020) ha resaltado que cuando la expresión emocional se da través de una acción artística comunitaria o en grupos de personas que han vivido experiencias similares y que comprenden, pueden compartir y no juzgan su forma de expresarse ante la realidad. Incluso, tal como lo hallaron Martínez Higuera y Rentería Sierra (2017), se encontró que la apertura de espacios que invitan y facilitan la expresión artística en grupos de personas que han afrontado difíciles eventos individuales, familiares o sociales, potencian el inicio de una respuesta resiliente que facilite la adaptación positiva ante dichos eventos.

Esta investigación arroja resultados positivos sobre la dimensión quizá más importante de la resiliencia: la autoestima, ya que dicha condición de amor propio está íntimamente relacionada con el concepto que tiene la persona de sí misma, tal como lo encontró Hassan (2022). Es decir, tiene que ver con qué tanto se conoce un individuo porque de esa forma puede articularse más armoniosamente a la sociedad. El autoconcepto es la imagen que un individuo forma de sí mismo desde su infancia y esa imagen no necesariamente tiene que coincidir con la de las demás personas o con la imagen de la realidad, lo importante es que cada individuo tenga un autoconcepto porque eso define su individualidad y le genera unas necesidades sociales de poder y reconocimiento (Glasser, 1999).

Otro resultado importante de esta investigación es que las niñas presentan prevalencias mayores en los aspectos positivos de las dimensiones de resiliencia en comparación con los niños y, en particular, en la autoestima se diferencian de los niños; parece que la población que requiere mayor atención para una intervención de resiliencia es la de los niños. Al respecto, para diversos autores puede ser explicado por la importante diferencia en la expresión de religiosidad como una acción artística que se da entre mujeres y hombres, aunque las mujeres son quienes mayor facilidad despliegan sus creencias por medio del arte que crean en momentos especiales que las hace fluir (González-Arratia y Valdez Medina, 2013; Meza-Cueto et al., 2020).

En estudios realizados previamente, ya se había reconocido la función positiva de la expresión directa e indirecta de emociones por medio de la participación en la creación de obras de arte, condición que a su vez disminuye el riesgo de inicio y mantenimiento del consumo de sustancias psicoactivas, en especial cuando se expresa un buen nivel de autoestima y autoconcepto (NIDA, 2022) y la acción creativa es asumida como un ejercicio en pro de la comunidad (Morris Art´s, 2022).

En investigaciones sobre la resiliencia, se encontró que la ausencia de alguno de los dos padres o, en el caso extremo, de ambos, la no resiliencia aumenta considerablemente en los escolares, lo que podría deberse a que el alejamiento de una de las figuras paternas ocasiona un vacío afectivo, difícil de suplantar. Además, si estas ausencias están mediadas por conflictos familiares, problemas de comunicación, normas rígidas e inflexibles y sentimientos de abandono e insatisfacción, la afectación en la salud mental del escolar es directa (Villavicencio Aguilar et al., 2021).

En un contexto de transición y de construcción de paz en el Colombia, trabajar por transformar los imaginarios, las memorias y realidades de la infancia es un reto social que se debe atender desde la investigación interdisciplinar, asumiendo los retos que esto conlleva tanto en el campo académico como en el social. Desde las artes se aporta en los proyectos de vida de la infancia para la construcción del sentido de la vida, la búsqueda del bienestar, la comprensión de situaciones adversas, la posibilidad de transformar la memoria gracias a la fuerza reparadora de la creatividad. Sin embargo, desde la intervención psicosocial, la resiliencia es un proceso integral adaptativo que se puede promover y desarrollar en el interior de las comunidades aprendiendo a pensar, sentir y vivir. Si bien la paz es un proceso social muy complejo, multi figurado, el diálogo entre las ciencias de la salud y las artes puede desencadenar procesos colectivos de resiliencia y superación en medio de los retos (Velásquez y Martínez, 2021).