Metas de socialización de madres

de estratos socioeconómicos bajo y medio

en la ciudad de Bogotá*

Jorge Mario Jaramillo Pérez**

Recibido: 10 de febrero de 2012

Evaluado: 18 de marzo de 2012

Aceptado: 9 de abril de 2012

 

Resumen

En esta investigación se indagó sobre las metas de socialización de 37 madres de estratos socioeconómicos 1-2 (nivel de ingresos bajo) y 37 madres de estratos socioeconómicos 3-4 (nivel de ingresos medio-bajo y medio- medio) residentes en Bogotá. A cada madre se le realizó una entrevista semiestructurada, la cual fue sometida luego a un análisis de contenido. Los resultados indican que aunque en ambos grupos de madres predominaron metas de socialización orientadas hacia la interdependencia, hubo aspectos de la independencia que también fueron resaltados, principalmente por las madres de estratos 3-4. Se discute sobre la probabilidad de que actualmente las madres se estén orientando cada vez más hacia un balance entre la interdependencia y la independencia.

Palabras clave: madres, metas de socialización, primera infancia, independencia, interdependencia, estrato socioeconómico.

 

Socialization goals for mothers in low and medium

socioeconomic strata in the city of Bogotá

Abstract

This research inquired about the socialization goals of 37 mothers in socioeconomic strata 1-2 (low income level) and 37 mothers in socioeconomic strata 3-4 (medium-low and medium-medium income level), living in Bogotá. With mother underwent a semi-structured interview, which was afterwards submitted to a content analysis. The results indicated that even though in both groups of mothers prevailed socialization goals oriented towards interdependence, there were aspects of independence that were also highlighted, mainly by the mothers of strata 3-4. It is argued about the probability that currently mothers are now increasingly oriented towards a balance between interdependence and independence.

Keywords: Mothers, socialization goals, early childhood, independence, interdependence, socioeconomic stratum.

Introducción

La socialización puede entenderse como el proceso a través del cual los seres humanos se apropian de saberes, creencias y pautas de comportamiento que les posibilitarán construir y consolidar una identidad individual, al mismo tiempo que desempeñar determinados roles en su grupo social.

Aguirre (2000) destaca cuatro aspectos fundamentales de la socialización: el primero es su continuidad, dado que es un proceso que se extiende a lo largo de toda la vida, permitiendo a los sujetos adaptarse flexiblemente a las circunstancias cambiantes de su entorno social. El segundo es su interactividad, entendida esta como el interjuego de influencias que se crea entre el sujeto y la sociedad, de tal forma que aunque la sociedad imponga ciertos rumbos, posibilidades y límites al desarrollo del sujeto individual, este a su vez, a través de su forma singular de asimilar estas determinaciones y actuar frente a ellas, transforma en algún grado su entorno social. Un tercer aspecto fundamental de la socialización es que implica una construcción de identidad tanto individual como social. Como lo afirma Martín-Baró (1985, citado en Aguirre, 2000):

La persona surge, a través del proceso, como alguien con una identidad propia”, pero se trata de un sujeto “de” tal o cual sociedad, “de” tal o cual clase social. El “de” señala una pertenencia desde lo más profundo de la estructura humana de cada persona. No hay identidad personal que no sea al mismo tiempo y por lo mismo identidad social (p. 23).

El cuarto aspecto de la socialización subrayado por Aguirre (2000) es la construcción de una representación del mundo social, lo cual significa que la persona interioriza en el proceso un conjunto de normas, valores y nociones que dan cuenta de las acciones que son socialmente apreciadas y las que no.

Ahora bien, a los cuatro aspectos anteriores cabría agregar otro que tiene que ver con la mediación intencional, que directa o indirectamente realizan determinadas personas o instituciones en los procesos de socialización. En efecto, en todos los grupos culturales existen ciertas personas o instituciones en las que recae explícitamente la tarea de ser agentes socializadores; labor que se caracteriza por unas metas y un conjunto de acciones que deben ser realizadas (Rodríguez, 2007).

El rol de estos agentes socializadores parece ser especialmente decisivo en la primera infancia, debido a que en este momento del ciclo vital se construyen y consolidan funciones psicológicas básicas como el apego, la atención, la memoria, el pensamiento y el lenguaje, las cuales luego resultan ser vitales para la participación activa del sujeto en su mundo social. En casi todas las culturas, las madres desempeñan un papel protagónico como agentes socializadores, dado que son ellas quienes se ocupan más intensamente del cuidado y las labores de crianza de los niños, siendo además las primeras personas con quienes estos establecen una comunicación y construyen un fuerte vínculo afectivo. Este reconocimiento ha llevado a un buen número de investigadores a dirigir su atención al estudio de las interacciones que tienen lugar entre madres y niños, buscando así lograr una mejor comprensión de cómo los niños se van convirtiendo en sujetos sociales activos y competentes (Kaye, 1982; Bruner y Haste, 1989; Keller, 2003; Keller, 2007).

Lo que estos estudios revelan es que si bien hay ciertos patrones de interacción entre madres y niños que son comunes a las distintas culturas, hay también una variabilidad considerable entre las culturas en lo que se refiere a cómo las madres organizan el ambiente cotidiano en que se mueven los niños, las actividades en las que los involucran, los eventos hacia los que dirigen su atención y aquellas formas de actuar o percibir el mundo que se interesan en enseñarles o que, por el contrario, procuran no aprendan. Si ahondamos en el origen de esta variabilidad, encontraremos probablemente conocimientos, creencias y valores que sirven de soporte a lo que las madres hacen y que son a su vez el resultado del desarrollo histórico de la comunidad cultural en la que ellas han crecido (Keller, Borke, Yovsi, Lohaus y Jensen, 2005).

Keller (2007), basándose en una investigación realizada con madres y sus niños de tres meses en distintas comunidades culturales de Asia, África, Europa y Norteamérica, muestra diferencias sutiles en la comunicación que establecen las madres con sus niños pequeños. Así, mientras las madres africanas y asiáticas dedicaban más tiempo a mantener un contacto corporal estrecho con el niño, abrazándolo, llevándolo sujeto a su cuerpo, acariciándolo o masajeándolo para fortalecer sus movimientos, las madres europeas y norteamericanas preferían mirarlo frente a frente e intercambiar con él mímicas, sonrisas, sonidos o gestos. Estas últimas también ocupaban un tiempo considerable en dirigir la atención del niño hacia objetos del mundo circundante, mostrando interacciones verbales prolíficas, en las que resaltaban las características únicas de su hijo, su autonomía, sus deseos y necesidades. Las madres asiáticas y africanas, en cambio, respondían menos verbalmente a las señales de sus niños, sus expresiones eran más breves y ritualizadas y en su conversación se referían sobre todo a la comunidad, las reglas morales, las tradiciones y los ancestros. Keller concluye que ya en esta tierna edad de los niños, las madres, a través de la forma cómo interactúan con ellos, van imprimiendo una dirección específica a su proceso de socialización, el cual se orientará prioritariamente hacia la independencia, como en el caso de los niños norteamericanos y europeos, o hacia la interdependencia, como se observó en los niños asiáticos y africanos.

La distinción entre estas dos posiciones valorativas, la independencia y la interdependencia, se hizo célebre a través de un artículo de Markus y Kitayama (1991), quienes sostienen que existe una diferencia muy significativa entre la visión que se tiene sobre el yo en culturas occidentales del hemisferio norte, como la norteamericana y la europea, y la que se tiene en otras culturas, como la japonesa y la de otros países de Asia, África y Latinoamérica. Según ellos, en los países nórdicos del hemisferio occidental se perciben las personas como entidades separadas, únicas, que presentan atributos propios, motivaciones y disposiciones que las diferencian de las demás. En las culturas orientales, en cambio, se percibe al yo en estrecha conexión con los otros; es un yo que se desarrolla a través de las relaciones interpersonales, de las responsabilidades y obligaciones que asume frente a su comunidad, un yo más público que privado. Su distintividad está dada por el rol que asume en la comunidad. La posición valorativa que resalta la singularidad de la persona ha sido comúnmente denominada “independencia” o “individualismo”, mientras que la posición valorativa que hace énfasis en la estrecha interconexión entre la persona y la comunidad ha recibido el nombre de “interdependencia” o “colectivismo”.

En los últimos veinte años se ha realizado un buen número de estudios, en los que en términos generales se han confirmado las diferencias culturales descritas por Markus y Kitayama en su artículo original, pero agregando información sobre cómo una orientación hacia la independencia o la interdependencia se relaciona con la forma como las madres interactúan con sus hijos desde temprana edad (Miller y Harwood, 2002; Keller et ál., 2004; Harwood, Yalcinkaya, Citlak y Leyendecker, 2006). Para esta investigación son de especial interés varios estudios en los que se compararon metas y prácticas de socialización de madres angloamericanas y madres puertorriqueñas o centroamericanas, dado que algunas de las conclusiones derivadas de ellos podrían servir como punto de partida para el análisis de lo que sucede en el contexto cultural colombiano.

Lo que estos estudios han revelado es que entre las madres centroamericanas priman generalmente metas de socialización orientadas hacia la interdependencia, mientras que en las madres angloamericanas es mayor la inclinación hacia la independencia (Harwood, Schoelmerich, Schulze y González, 1999; Harwood y Miller, 2001; Carlson y Harwood, 2003). Esto tiene implicaciones para la forma cómo guían la interacción con sus hijos desde temprana edad.

Leyendecker, Lamb, Schoelmerich y Fracasso (1995), por medio de entrevistas en las que pedían a las madres que contaran lo que habían hecho sus hijos de ocho meses de edad en las últimas veinticuatro horas, encontraron que los niños de familias centroamericanas, si bien tenían un contacto estrecho con su madre, pasaban también un considerable tiempo del día en compañía de familiares y personas allegadas a la familia. En cambio, los niños de familias angloamericanas compartían casi todo el tiempo con su madre, y en algunas horas del día sus padres cuidaban de ellos. El horario usual de las actividades diarias en las familias centroamericanas era bastante flexible, ajustándose a las circunstancias del día y a los momentos en que los miembros de la familia lograban reunirse. Lo mismo sucedía con el horario para ir a dormir: era variable y muchos niños dormían en la misma habitación que sus padres. En las familias angloamericanas, en cambio, los niños tenían horarios bien definidos para las distintas actividades que realizaban. Durante los días de trabajo iban a la cama alrededor de las 8 p.m. y dormían en su propia habitación. En los fines de semana, el tiempo compartido entre padres e hijos se intensificaba notablemente, realizando más actividades conjuntamente, en las que tanto el padre como la madre participaban.

Similares resultados obtuvieron Harwood y Miller (2001) al comparar la forma como madres puertorriqueñas y madres angloamericanas de clase media promovían los contactos sociales de sus hijos. Lo que se puso en evidencia fue el esfuerzo deliberado de las madres puertorriqueñas por vincular a sus hijos desde muy pequeños en redes sociales compuestas por familiares y personas allegadas a la familia. Las madres angloamericanas, en cambio, por su mayor tendencia a buscar apoyo en sus amistades personales, hicieron mucho menos énfasis en promover el contacto de sus hijos con la familia extensa.

Se ha encontrado también una relación significativa entre las metas de socialización que exteriorizan las madres y sus prácticas educativas. Harwood, Schoelmerich, Schulze y González (1999) encontraron diferencias en la forma cómo madres puertorriqueñas y angloamericanas actuaron para dirigir el comportamiento de sus hijos en situaciones de alimentación, instrucción, juego libre o juego social, así como en las estrategias que consideraron efectivas para lograr que sus hijos desarrollaran ciertas cualidades o mostraran los comportamientos esperados de ellos. Las madres puertorriqueñas fueron mucho más directivas en la interacción con sus hijos, ya que se inclinaron más a posicionar físicamente a su bebé y restringir sus movimientos, utilizaron más señales explícitas para llamar su atención, le dieron órdenes directas e incluso le llevaron la cuchara a la boca. Las madres angloamericanas, por el contrario, usaron más las sugerencias y la aprobación verbal para inducir indirectamente a sus hijos a hacer algo. Asimismo les dieron más autonomía durante la situación de alimentación. Al describir estrategias de crianza que utilizarían para promover en sus hijos el desarrollo de las cualidades esperadas, las madres angloamericanas se refirieron sobre todo a dar ejemplo con su propio comportamiento y brindar a sus hijos oportunidades de poner en práctica aquello que se esperaba de ellos. Las madres puertorriqueñas, en cambio, se inclinaron más al uso de la autoridad para enseñar a sus hijos lo que querían inculcarles.

Ahora bien, resulta interesante constatar que tanto el estilo directivo de las madres puertorriqueñas como el más persuasivo de las madres angloamericanas conduce usualmente al desarrollo de un apego fuerte y seguro por parte de los niños (Carlson y Harwood, 2003).

Esto parece indicar que la manera como obra un determinado estilo de crianza está muy relacionado con las creencias y valores culturales sobre los que este se soporta. Así, cuando en un grupo cultural se valoran metas de socialización que privilegian la obediencia, el respeto a los demás y, en general, el comportamiento adecuado en situaciones sociales, el tipo de interacción que mejor contribuye al logro de estas y al desarrollo de un apego seguro entre madre y niño es aquel en el que la madre se involucra intensamente en la actividad del niño, dirigiéndolo explícitamente y utilizando el control físico, si es que este resulta necesario. Cuando, por el contrario, lo que más se valora es que el niño sea independiente, desarrolle seguridad, iniciativa personal y capacidad de autorregulación, lo que más parece ayudar es una madre que mantenga una prudente distancia para dejar que su hijo actúe con cierta libertad, proporcionando guía si el niño la requiere o solicita, pero permitiendo por otro lado que este tome sus propias decisiones.

Leyendecker, Lamb, Harwood y Schoelmerich (2003) encontraron también una coherencia significativa entre las metas de socialización de madres angloamericanas y centroamericanas de clase media y las valoraciones que estas hacían de distintas interacciones sostenidas con sus niños de ocho meses en situaciones de alimentación, cambio de pañales, siesta, juego e ida a la cama. La mayor orientación hacia la interdependencia evidenciada por las madres centroamericanas coincidió con valoraciones muy positivas de interacciones en las que sus niños cooperaron y mostraron un comportamiento socialmente adecuado.

Las situaciones de juego que estas madres experimentaron como más agradables fueron aquellas que pudieron disfrutar conjuntamente con sus niños pequeños. Las madres euroamericanas, en cambio, dieron mayor realce a la independencia, y en congruencia con esto encontraron especialmente agradable observar a su niño mientras jugaba solo o en compañía de otros niños, prefiriendo no involucrarse en la actividad. En las otras situaciones, aunque también se sintieron a gusto cuando sus niños cooperaban y mostraban un comportamiento adecuado, su atención se dirigió al control de factores externos que pudieran influir en que una situación marchara o no de la manera deseada. Por ejemplo, al referirse al juego, con frecuencia mencionaron que les molestaba cuando se sentían obligadas a jugar con su niño mientras tenían que atender a otros asuntos, cosa que casi no mencionaron las madres centroamericanas.

Ahora bien, en este punto cabe aclarar que en el interior de un mismo grupo cultural pueden existir diferencias significativas entre distintos subgrupos de madres en cuanto al balance particular entre la independencia y la interdependencia que se pone de manifiesto en sus metas de socialización. Investigaciones precedentes sugieren que mientras más alto es el estrato socioeconómico y mayor el nivel de formación académica de las madres, más probable es que en las metas de socialización se dé realce a la independencia (Harwood et ál., 1996; Harwood, Schoelmerich y Schulze, 2000; Keller, 2007). Así, en un grupo cultural en el que usualmente predomina la orientación hacia la interdependencia podremos encontrar distintos grados en la intensidad con que las madres la resaltan en contraposición con la independencia, y viceversa.

También es importante dejar claro que las metas de socialización no son estáticas, sino que van cambiando en función de las transformaciones que sufre la sociedad en la que las madres crecen y llegan a desempeñar su rol. Una hipótesis interesante es que el fenómeno de la globalización está propiciando un movimiento hacia metas de socialización cada vez más orientadas hacia la independencia, incluso en comunidades culturales en las que tradicionalmente se ha fomentado la interdependencia. Un argumento a favor de esta hipótesis es que con el desarrollo de las nuevas tecnologías del transporte y las comunicaciones y con la expansión del comercio mundial, existe un creciente contacto y fortalecimiento de los lazos entre los distintos países y regiones del mundo, lo que trae consigo más intercambio cultural, pero en condiciones de desigualdad (Beck, 2008).

En efecto, constatamos grandes diferencias entre las naciones en lo que se refiere a su capacidad de producción, su disponibilidad de medios económicos y el poder con que cuentan para poner a circular su propia información o, en otras palabras, sus propios patrones de significación en el espacio geográfico mundial (Berger, 2002). Lo anterior ha llevado a algunos autores a sostener que más que un auténtico intercambio entre culturas, lo que se está observando es una propagación de la cultura propia de los países occidentales altamente industrializados hacia los otros países del mundo (Ortiz, 2002), lo cual se manifestaría en distintos dominios de la vida social, incluyendo, por supuesto, las interacciones familiares y más concretamente las relaciones que construyen las madres con sus niños pequeños. Otro argumento en apoyo de la hipótesis mencionada es que el aumento progresivo de la competitividad e incertidumbre en los mercados laborales obliga a invertir más esfuerzo en el proceso de formación de las personas individuales, de tal manera que estas adquieran los recursos y fortalezas necesarias para sortear con éxito los desafíos que plantea la moderna sociedad de consumo.

Esto nos conduce a la pregunta central de esta investigación: ¿qué metas de socialización privilegian madres residentes en la ciudad de Bogotá, pertenecientes a dos grupos socioeconómicos diferentes: estratos 1-2 (nivel de ingresos bajo-bajo y bajo) y estratos 3-4 (nivel de ingresos medio-bajo y medio-medio), respecto a sus niños de tres a cuatro años y medio de edad?

La hipótesis general que se planteó es que si bien como grupo las madres privilegian metas de socialización orientadas hacia la interdependencia, esta tendencia será más generalizada en las madres de estratos 1-2, que en las de estratos 3-4, debido a que las primeras, al contar con menores ingresos económicos, tienen un acceso más restringido al uso de las tecnologías de la comunicación y en general a los beneficios de la sociedad de consumo, estando, por eso mismo, menos vinculadas al fenómeno de la globalización.

Método

Población

Madres de niños de 3 a 4 años y medio, de estratos socioeconómicos 1, 2, 3 y 4, residentes en la ciudad de Bogotá.

Participantes

37 madres de estratos socioeconómicos 1-2 (nivel de ingresos bajo-bajo y bajo) y 37 madres de estratos socioeconómicos 3-4 (nivel de ingresos medio-bajo y medio-medio). Como criterio para definir el estrato socioeconómico se tomó el lugar de vivienda, dado que este es utilizado desde los años ochenta como criterio para el cobro de servicios públicos en la ciudad, teniendo en cuenta el nivel de ingresos de las unidades familiares (Secretaría de Hacienda de Bogotá, s.f. ). El contacto con las madres se realizó usualmente a través de las instituciones preescolares a las que asistían los niños, y allí mismo se realizó la entrevista. En algunos casos, las madres fueron entrevistadas en su casa, debido a que resultaba más conveniente para ellas.

Procedimiento

Se utilizó una entrevista semiestructurada, concebida por Harwood (1992) y que ha sido utilizada en diversos estudios interculturales (Harwood, Miller y Lucca Irizarry, 1995; Harwood, Schoelmerich, Ventura-Cook, Schulze y Wilson, 1996). La entrevista está orientada a identificar las metas de socialización predominantes y consta de las siguientes cuatro preguntas:

1. Me gustaría que piense en su propio(a) niño(a). La mayoría de las madres tiene una idea de lo que debe llegar a ser su hijo(a) una vez crezca. Si usted piensa ahora en su propio(a) niño(a), ¿qué características y comportamientos le gustaría observar en él (ella) más tarde?

2. Ahora quisiera que piense una vez más en su propio niño(a). La mayoría de las madres con niños pequeños tiene también algunas ideas acerca de características y comportamientos que por ningún motivo quisiera que sus niños(as) desarrollaran. Si piensa ahora en cómo está creciendo su niño(a), ¿en qué dirección no debería de ninguna manera desarrollarse?

3. Ahora quisiera pedirle que piense en esas características muy deseables que usted me describió hace un rato. ¿Conoce usted algún niño(a) que posea esas características, o al menos se aproxime a ellas? ¿Podría describirme ese niño(a)?

4. Ya hemos hablado sobre algunas características que a usted no le gustaría observar en su hijo(a) una vez crezca. ¿Conoce usted algún niño(a) que posea algunas de esas características indeseables que usted me describió hace un rato? ¿Podría describirme a ese(a) niño(a)?

Cada entrevista fue grabada para luego transcribirla y someterla a un análisis de contenido de tipo categorial, apoyándose en el programa Atlas-ti 5 para procesamiento de datos cualitativos. Las categorías principales para el análisis de las expresiones de las madres fueron independencia e interdependencia. La independencia ha sido definida como una posición valorativa que centra su atención en el desarrollo del sujeto individual, buscando prioritariamente que este se construya como un yo fuerte, autónomo, singular y competente, para poder realizarse así como persona y ser social. La interdependencia, en cambio, pone el acento en el desarrollo de una relación armónica del sujeto individual con su grupo social de referencia, dando especial importancia a la capacidad que tenga aquel para entenderse y cooperar con otros, contribuyendo así al bienestar de la colectividad y a la conservación de los valores, normas y costumbres propios de su cultura (Harwood, Schoelmerich, Schulze y González, 1999; Harwood, Yalcinkaya, Citlak y Leyendecker, 2006).

Tomando como referencia estas definiciones generales de las principales categorías del estudio, se procedió a construir unas subcategorías que permitieran dar cuenta de estas en las respuestas que las madres ofrecieron frente a las cuatro preguntas base.

Así, para el caso de la categoría independencia, las subcategorías construidas fueron las siguientes:

En relación con la categoría interdependencia se construyeron las siguientes subcategorías:

Consideraciones éticas

Tanto las directivas de las instituciones preescolares como las madres fueron informadas en forma precisa y completa sobre los objetivos y métodos de la investigación. También se les explicó que su participación era completamente voluntaria y que se guardaría confidencialidad con la información recolectada. Con base en lo anterior se solicitó el consentimiento consciente e informado de las madres para ser entrevistadas. En todos los casos se expresó el compromiso de realizar actividades de devolución de la información y de capacitación sobre temas relacionados con la socialización infantil, una vez se terminara la investigación.

Resultados

Para las cuatro preguntas básicas que componían la entrevista se hizo un cálculo de la frecuencia con que cada una de las subcategorías del estudio fue mencionada en los dos grupos de madres. Para realizar este cálculo se tomó como criterio no cuántas veces una madre específica se refirió a una subcategoría, sino si lo hizo en algún momento o no. De esta manera, se buscó hacer una estimación del número de madres que tuvieron en cuenta cada subcategoría específica al responder a las distintas preguntas. Se realizó también un inventario del tipo de palabras y expresiones por medio de las cuales las madres se refirieron a las distintas subcategorías, ya que esto permite tener una noción más clara de las expresiones lingüísticas asociadas culturalmente a las metas y prácticas de socialización.

Respecto a la pregunta 1 (¿qué características y comportamientos le gustaría observar en su hijo(a) una vez crezca?), pudo observarse que tanto en las madres de estratos 1-2 como en las de estratos 3-4 las subcategorías más frecuentemente mencionadas son conducta social apropiada y desarrollo del potencial profesional y económico (tabla 1). Al referirse a la conducta social apropiada, ambos grupos de madres utilizan expresiones en las que se resalta la importancia de que su hijo(a) sea “juicioso”, “respetuoso”, “servicial”, “considerado con las personas mayores”, “amable”, “honesto”, “sencillo”, “humilde”, “responsable con su estudio o su trabajo”, “que no discrimine a otros por el color de su piel” y “que sea una persona religiosa”. Algunas madres resumieron estas características con frases tales como “que sea un ejemplo a seguir para los demás”, “que sea una persona con valores y principios” o “que sea una persona integral”. En relación con la subcategoría desarrollo del potencial profesional y económico, las madres utilizan frases en las que se expresa el deseo de que sus hijos sean “estudiosos”, “logren una buena formación académica”, “lleguen a ser profesionales”. En muchas expresiones se destaca también que los niños “salgan adelante”, que logren lo que sus padres no pudieron, que obtengan éxito y reconocimiento en el ejercicio de su profesión.

En la tabla 1 aparece registrada la frecuencia con que las madres de cada grupo hicieron alusión a cada una de las subcategorías del estudio, en respuesta a la primera pregunta. Puede observarse que las madres de estratos 1-2 tienden a referirse con mayor frecuencia a las subcategorías relacionadas con la interdependencia (conducta social apropiada, vínculos con la familia, afectuosidad y altruismo), mientras que las madres de estratos 3-4 resaltan otras subcategorías asociadas a la independencia (desarrollo del potencial profesional y económico, independencia psicológica y desarrollo de competencias personales).

Tabla 1. Frecuencia con que las madres se refieren a las distintas subcategorías del estudio en respuesta a la pregunta: ¿qué características y comportamientos le gustaría observar en su niño(a) una vez crezca?

Madres estratos 1-2 % Madres estratos 3-4 %

1. Potencial profesional y económico* 89 1. Conducta social apropiada** 92

2. Conducta social apropiada** 84 2. Potencial profesional y economico* 84

3. Vínculos con familia** 54 3. Independencia psicológica* 59

4. Afectuosidad y altruismo** 46 4. Competencias personales* 49

5. Competencias personales* 43 5. Vínculos con familia** 38

6. Independencia psicológica* 35 6. Salud y bienestar* 30

7. Salud y bienestar* 27 7. Adhesión a ley y normas** 27

8. Adhesión a ley y normas** 24 8. Afectuosidad y altruismo** 21

9. Autocontrol* 10 9. Autocontrol* 13

* Subcategorías relacionadas con la independencia

** Subcategorías relacionadas con la interdependencia

Fuente: autor

Los vínculos con la familia son realzados por las madres de estratos 1-2 a través de expresiones en las que se manifiesta la expectativa de que el hijo sea respetuoso, obediente, receptivo y tolerante con sus papás: que los trate bien, les tenga confianza, conserve los valores que le han inculcado y cuide de ellos en la vejez. En el caso de las hijas se exterioriza el deseo de que sean “niñas de la casa”, que ayuden con los oficios del hogar y que disfruten permaneciendo allí y no en la calle, en compañía de amigos u otras personas. En algunas expresiones se pone de manifiesto la preocupación de las madres por llegar a descuidar a sus hijos como consecuencia de las presiones del trabajo o desajustes en la comprensión con su pareja. También se habla de niños que deben llegar a ser buenos hijos, hermanos y esposos, es decir, personas “muy de su familia”.

La subcategoría afectuosidad y altruismo aparece caracterizada por frases en las que se revela el interés de la madre por inculcar a su niño formas de actuar que van más allá de saberse comportar adecuadamente en sociedad. Se manifiesta así el deseo de que el propio hijo o hija actúe “siempre pensando en los demás”, que sea noble, que cuando ayude a una persona “lo haga sin ningún interés”, que se comprometa con personas necesitadas y “trate de sacarlas adelante”, que dé “lo mejor de sí mismo” para lograr el beneficio de otras personas, que sea “confiado”, “amoroso”, “tierno”, “generoso”, “entregado a los demás”.

Volviendo a las madres de estratos 3-4, observamos en ellas un énfasis particular en las subcategorías independencia psicológica y desarrollo de competencias personales. La independencia psicológica se ve representada en declaraciones que hacen las madres sobre la importancia de que sus hijos sean personas “comprometidas consigo mismas”, “autónomas” e “independientes”. También se observa en el interés que muestran porque sus hijos desarrollen “su propio estilo y forma de ser”, que lleguen a tener una personalidad definida y carácter para tomar sus propias decisiones, “sin dejarse influenciar tan fácil de la sociedad”, que sepan distinguir lo correcto de lo incorrecto, y si se equivocan, que asuman las consecuencias de sus actos.

Varias madres manifiestan también la firme convicción de que hay que apoyar a los hijos para que sean lo que ellos desean ser, que tengan sus propias metas, sus sueños personales y luchen por alcanzarlos, contando para ello con la colaboración de sus padres. Como complemento de lo anterior, las madres destacan también el desarrollo de competencias personales, tales como ser despierto, pilo, inteligente, carismático, creativo, saber sobre muchas cosas, ser sociable, extrovertido, ordenado y metódico. Hablan también de habilidades especiales que perciben ya en sus hijos y que quisieran ver mejor desarrolladas en un futuro, como el dibujo o la habilidad para expresarse bien con palabras, y recalcan la importancia de poseer diversas capacidades que permitan desenvolverse con éxito en distintos contextos.

Frente a la pregunta 2 (¿qué características y comportamientos no quisiera observar en su hijo una vez crezca?) constatamos que tanto las madres de estratos 1-2 como las de estratos 3-4 responden prioritariamente haciendo alusión a las subcategorías adhesión a la ley y las normas sociales y conducta social apropiada (tabla 2). En efecto, en las respuestas de los dos grupos de madres sobresalen expresiones en las que se manifiesta el deseo de que sus niños no vayan a ser en el futuro personas viciosas, que tomen, fumen, consuman drogas o se dediquen a los videojuegos. Se muestra también el rechazo a que sean partícipes activos de culturas juveniles que los alejan de las costumbres tradicionales que se les han inculcado en la familia. Se menciona en este contexto a jóvenes que hacen parte de grupos de emos, metaleros, “metachos”, jóvenes que se hacen tatuajes, que rayan las paredes o que escuchan música destructiva o satánica.

Varias madres se refieren también a conductas contra la ley como el robo o la violencia, que no quisieran observar por ningún motivo en sus hijos. En el trasfondo de muchas expresiones se revela el temor a que los hijos se vuelvan desobedientes o rebeldes y se asocien con malas amistades. En el caso de las niñas, la afición por la rumba y por permanecer en la calle se percibe como un riesgo inminente para su desarrollo personal. Cabe agregar que la calle es caracterizada una y otra vez como un medio inhóspito y peligroso que puede envolver a los niños, alejándolos de la familia y de las buenas oportunidades de desarrollo.

Tabla 2. Frecuencia con que las madres se refieren a las distintas subcategorías del estudio en respuesta a la pregunta: ¿qué características y comportamientos no le gustaría observar en su niño(a) una vez crezca?

Madres estratos 1-2 % Madres estratos 3-4 %

1. Adhesión a ley y normas** 78 1. Adhesión a ley y normas** 79

2. Conducta social apropiada** 76 2. Conducta social apropiada** 70

3. Vínculos con familia** 27 3. Independencia psicológica* 35

4. Independencia psicológica* 22 4. Vínculos con familia* 32

5. Salud y bienestar* 22 5. Autocontrol* 27

6. Potencial profesional y económica* 14 6. Salud y bienestar* 22

7. Competencias personales* 8 7. Competencias personales* 19

8. Autocontrol* 5 8. Potencial profesional y económica* 16

9. Afectuosidad y altruismo** 5 9. Afectuosidad y altruismo** 5

* Subcategorías relacionadas con la independencia

** Subcategorías relacionadas con la interdependencia

Fuente: autor

En lo relacionado con la subcategoría conducta social apropiada, las madres manifiestan su rechazo a que su hijo llegue a ser una persona egoísta, envidiosa, arrogante, irrespetuosa con las demás personas –especialmente con las personas mayores–, brusca, grosera o altanera. El énfasis de sus respuestas está dirigido a “ser decente”, saberse comportar bien en sociedad, lo que implica a su vez no discriminar a otros y no ser conflictivo. En el caso de las niñas, se expresa varias veces el deseo de que no comiencen su vida sexual precozmente, ni que se enamoren o tengan hijos siendo aún muy jóvenes. Respecto a las subcategorías que siguen en orden de frecuencia, observamos una diferencia llamativa entre las madres de los dos grupos estudiados. Así, mientras las madres de estratos 1-2 centran más su atención en los vínculos familiares, las madres de estratos 3-4 lo hacen en la independencia psicológica (tabla 2). En las expresiones relacionadas con los vínculos familiares se hace referencia a que ojalá en el futuro el propio hijo (o hija) no llegue a ser irrespetuoso, grosero o agresivo con sus papás y hermanos, que no ignore el ejemplo y las orientaciones que los padres tratan de darle, que no prefiera a sus amigos por encima de su familia como sucedería con muchos adolescentes en la actualidad y, en síntesis, que no se pierda o aleje de su familia. Cuando hacen alusión a la independencia psicológica, las madres se refieren sobre todo a que su hijo (o hija) no llegue a ser una persona sumisa frente a la vida, que no sea fácil de influenciar, sino que se mantenga firme en sus principios. Se menciona el riesgo de sobreproteger a los hijos o de compararlos, olvidándose de respetar y cultivar lo que es propio de ellos.

En la pregunta 3 (¿conoce usted a algún niño o niña que tenga esas características y comportamientos que desearía observar más adelante en su niño? ¿Podría describírmelo?) se intenta indagar sobre las representaciones que construyen las madres acerca de lo que sería un niño o niña ideal. Asimismo, se las induce a reconocer esas características ideales en una persona concreta con la que ellas tienen o han tenido contacto. Al responder esta pregunta, muchas madres se refieren a niños o niñas que son parientes de ellas o que son hijos de amigas o personas cercanas a la familia. A veces dirigen su atención también a jóvenes o personas adultas que presentan esas características que quisieran observar más adelante en sus hijos.

En la tabla 3 observamos que en los dos grupos de madres prima nuevamente la subcategoría conducta social apropiada, la cual se manifiesta a través de expresiones tales como “en la casa que yo vivo hay una niña así”; “esa muchacha es bien juiciosa: sale de la casa para el colegio y llega del colegio a hacer oficio, no es grosera, no le veo nada de mañas”; “un sobrino… él ahora tiene 13 años. Es un niño muy noble, juicioso, responsable con su estudio. No le gusta la calle, no tiene amigos. Se dirige con mucho respeto a los papás y las demás personas. Es obediente. Es un niño ejemplar”; “mi mamá… es respetuosa, es puntual, honesta, dedicada a su trabajo, servicial. Yo quiero que mi hija sea como mi mamá”. Otras características que aparecen resaltadas en las descripciones que hacen de personas que consideran ejemplares son la amabilidad, la ayuda desinteresada que prestan a personas que están necesitadas, sus “buenos valores”, su colaboración en la casa, su organización y el saber comportarse bien, como es esperado de ellas.

Otra subcategoría que aparece resaltada frente a esta pregunta es la relacionada con el desarrollo de competencias personales, la cual se ve reflejada en las expresiones de esta madre que en lugar de centrar su atención en una persona la fija en un conjunto de rasgos que observa distribuidos en varias personas que se encuentran a su alrededor: “Mi prima es supremamente ordenada y me gustaría que tuviera eso; mi otro primo es muy juicioso con el estudio, muy disciplinado; mi esposo es un ejemplo de disciplina absoluto, muy metódico; pero también un poco con lo que soy yo un poco más social; ser muy inteligente intelectualmente, pero también emocionalmente, es un poquito como coger de todos. Mi mamá, por ejemplo, también ha sido una persona que ha sido un gran ejemplo para mí y para mi familia, ejemplo de fortaleza, de lucha, de fe…”. Se describe también a personas cercanas o conocidas que luchan por lograr sus ideales y los alcanzan, que son asertivas, extrovertidas, inteligentes y seguras de sí mismas.

Por último, cabe analizar el contenido específico de la subcategoría vínculos con la familia, a la que también aludieron con notable frecuencia tanto las madres de estratos 1-2 como las de estratos 3-4. En relación con esta subcategorías, las madres describen niños que son amables, respetuosos, tiernos o comunicativos con su mamá (o sus papás), niños que recogen por sí mismos sus juguetes una vez han terminado de jugar, que ayudan en los quehaceres domésticos, que hacen caso a lo que les dicen sus papás y están pendientes de ellos y de sus hermanos y que encuentran gusto en permanecer en la casa.

Madres estratos 1-2 % Madres estratos 3-4 %

1. Conducta social apropiada** 65 1. Conducta social apropiada** 76

2. Potencial profesional y económico* 38 2. Competencias personales* 57

3. Competencias personales* 35 3. Vínculos con familia* 40

4. Vínculos con familia** 32 4. Potencial profesional y económico* 40

5. Afectuosidad y altruismo** 24 5. Independencia psicológica* 32

6. Adhesión a ley y normas** 13 6. Afectuosidad y altruismo** 27

7. Independencia psicológica* 13 7. Adhesión a ley y normas** 19

8. Salud y bienestar* 13 8. Autocontrol* 16

9. Autocontrol* 8 9. Salud y bienestar* 16

* Subcategorías relacionadas con la independencia

** Subcategorías relacionadas con la interdependencia

Fuente: autor

Las respuestas a la pregunta 4 (¿conoce usted algún niño o niña que presente esas características y comportamientos que no le gustaría observar en su hijo más tarde? ¿Podría describírmelo?) se encuentran en la misma dirección que las ofrecidas frente a la pregunta 2; es decir, priman las subcategorías adhesión a la ley y las normas sociales y conducta social apropiada. En ellas, las madres describen a niños que quitan sus cosas a otros niños, que no hacen caso a sus mamás, que pasan mucho tiempo en locales de videojuegos, niños que son violentos o agresivos con otros niños o con personas adultas, incluyendo a sus padres. También mencionan a adolescentes o jóvenes que fuman, toman, consumen drogas o hacen parte de pandillas o de culturas no recomendables.

En lo que respecta a conducta social apropiada, observamos expresiones en las que se critica a niños conocidos porque son “súper inquietos”, “irrespetuosos”, “bruscos”, “odiosos” o porque se aprovechan de otros niños más pequeños. También se alude al tema de la falta de responsabilidad como en el caso de esta madre, cuya expresión reproducimos textualmente por considerarla bastante ilustrativa:

La hija de una señora conocida tiene como 17 y está siempre a toda hora en la calle, no siguió estudiando, no terminó ni siquiera el bachillerato, se fue a vivir con un muchacho y quedó embarazada […] Es el caso de las niñas, pero el muchacho también puede suceder que tenga ese comportamiento, si un niño no tiene una buena formación va y embaraza a una niña y la deja así […] Porque también conozco a un muchacho que tuvo un hijo, niña o niño, no sé y no le gustó porque ella ya le exigía que tenía que llegar temprano y no […], mejor la dejó y se fue como para tener libertad de hacer lo que quiera […] O sea, ni de las niñas, ni de los niños […]: deben tener responsabilidad de los actos, o sea que sean responsables de lo que hacen.

Tabla 4. Frecuencia con que las madres se refieren a las distintas subcategorías del estudio en respuesta a la pregunta: ¿conoce usted algún niño o niña que tenga esas características que no quisiera observar más adelante en su propio(a) hijo(a)? ¿Podría describírmelo(a)?

Madres estratos 1-2 % Madres estratos 3-4 %

1. Adhesión a ley y normas** 65 1. Conducta social apropiada** 62

2. Conducta social apropiada** 54 2. Adhesión a ley y normas** 59

3. Vínculos con familia** 35 3. Autocontrol* 40

4. Potencial profesional y económica* 32 4. Vínculos con familia** 40

5. Autocontrol* 11 5. Salud y bienestar* 30

6. Salud y bienestar* 11 6. Competencias personales* 27

7. Independencia psicológica* 5 7. Independencia psicológica* 16

8. Competencias personales* 3 8. Potencial profesional y económica* 13

9. Afectuosidad y altruismo* 0 9. Afectuosidad y altruismo** 3

* Subcategorías relacionadas con la independencia

** Subcategorías relacionadas con la interdependencia

Fuente: autor

Una novedad interesante que cabe destacar en las respuestas a la última pregunta es la frecuencia considerable con que las madres de estratos 3-4 se refirieron a la subcategoría autocontrol, resaltando principalmente la importancia de no dejarse llevar del mal genio o la ira.

Discusión

Los resultados de esta investigación sugieren que cuando las madres de ambos grupos socioeconómicos piensan en el futuro de sus hijos pequeños, priman en ellas dos deseos: que sepan comportarse adecuadamente en sociedad y que además estudien o se preparen para desempeñar una profesión que les permita realizarse como personas y alcanzar una buena posición en su grupo social. Es decir que respecto a lo más prioritario, las madres coinciden en buscar un cierto balance entre la interdependencia y la independencia, el cual se pone de manifiesto en la importancia que conceden tanto a la formación de sus hijos como sujetos sociales que pueden convivir armónicamente con otros, como al desarrollo de su potencial individual. Estudios anteriores realizados con madres latinoamericanas, especialmente puertorriqueñas, sugieren que estas privilegian metas de socialización orientadas hacia la interdependencia. Esto se percibe claramente cuando se las compara con madres de origen angloamericano (Harwood, Schoelmerich, Schulze y González, 1999; Harwood y Miller, 2001; Carlson y Harwood, 2003).

Lo que cabría preguntarse es si estas diferencias se están reduciendo gradualmente a medida que avanza el encuentro entre culturas, y si es así, en qué dirección podría estar ocurriendo este cambio. La preocupación especial que las madres de nuestra investigación muestran respecto al desarrollo del potencial profesional y económico de sus hijos podría ser un indicio de que con la creciente competitividad y la incertidumbre laboral y económica propias de los procesos de globalización, las madres van dirigiendo cada vez más su atención hacia cómo cultivar y fortalecer individualmente a sus hijos desde temprana edad para que sean personas que puedan afirmarse y competir con éxito en una sociedad en la que el riesgo de exclusión es alto; es decir, probablemente se esté gestando un movimiento progresivo hacia metas de socialización centradas en el fomento de la independencia. Otros resultados de nuestra investigación parecen confirmar esta hipótesis.

Si observamos las subcategorías que siguen en orden de importancia a las dos primeras citadas, constatamos una diferencia interesante entre los dos grupos de madres, ya que mientras las madres de estratos 1-2 resaltan los vínculos familiares, la afectuosidad y el altruismo, las madres de estratos 3-4 destacan la independencia psicológica y el desarrollo de competencias personales. Esto, por un lado, confirma lo que se ha encontrado en otras investigaciones: mientras más alto es el estrato socioeconómico, mayor tiende a ser el énfasis en el individualismo o la independencia (Harwood, Schoelmerich, Ventura-Cook, Schulze y Wilson, 1996; Harwood, Schoelmerich y Schulze, 2000). Pero, por otro lado, si tomamos en consideración que las madres de estratos 3-4, por su mayor disponibilidad de medios económicos, se encuentran más conectadas con los procesos de globalización (mayor capacidad adquisitiva para disfrutar de las tecnologías de la informática y la comunicación, mayor acceso a oportunidades educativas), esto podría estar sugiriendo que si efectivamente hay una tendencia hacia una mayor homogeneización de la cultura mundial, liderada por los países con más alto nivel de desarrollo económico y científico, esta actuaría en el sentido de promover cada vez más la independencia.

Cuando se pidió a las madres que describieran un niño o niña conocido que presentara características similares a las que querían observar en sus hijos una vez crecieran, observamos que si bien prima claramente la subcategoría conducta social apropiada, la que le sigue en orden de importancia es una relacionada con la independencia, y sobresale en este caso para ambos grupos la subcategoría desarrollo de competencias personales; es decir, las madres piensan en primera instancia en niños que sobresalen por ser juiciosos, respetuosos, amables o estudiosos y en segunda instancia, en niños habilidosos, inteligentes, disciplinados, luchadores; niños que, en síntesis, demuestran capacidades personales para afrontar con éxito distintas situaciones.

La conducta social apropiada parece ser contemplada como el trasfondo necesario para que las capacidades del niño puedan desarrollarse o al menos para que conduzcan a buenos efectos. También la subcategoría vínculos con la familia es destacada por ambos grupos de madres, haciendo referencia a niños que son “queridos con sus padres”, “obedientes”, que disfrutan estando en la casa y colaboran con los oficios que hay que realizar en ella. Esto último se resalta sobre todo en relación con las niñas y se acompaña de expresiones como “niñas que son de su casa”, pareciendo querer indicar que cuando una niña se mantiene cercana a su núcleo familiar, cuenta con mejores oportunidades para desarrollarse adecuadamente.

Aún son pocas las investigaciones en las que se rastrea sistemáticamente la evolución de estas narrativas de las madres a través del tiempo, a pesar de que esto podría arrojar información muy útil para comprender cambios en las metas y prácticas educativas que tienen lugar en consonancia con cambios sociales, económicos o políticos en una comunidad cultural. En este estudio se pudo solo documentar un buen número de estas expresiones, pero falta hacer análisis más precisos de su significación e implicaciones sociales.

En cuanto a aquellas características y comportamientos que no quisieran observar las madres en sus hijos una vez crezcan, observamos que ambos grupos de madres coinciden en rechazar explícitamente comportamientos de sus hijos o hijas que atenten contra la legitimidad y contra las normas y costumbres establecidas en su grupo social. Especial temor se manifiesta frente a la desobediencia o rebeldía, el consumo de sustancias psicoactivas y la participación de los hijos en ciertas “culturas juveniles”, a las que se percibe como una amenaza no solo para los propios hijos, sino para la sociedad en su conjunto.

Una tendencia muy similar se encuentra en las respuestas de las madres frente a la pregunta 4, en la que se les pedía describir algún niño conocido que presentara características que no quisieran observar más adelante en sus hijos. Lo que puede concluirse es que cuando piensan en aquello que no quisieran por ningún motivo observar en ellos, la preocupación que prima en las madres es que se aparten del orden social establecido, ya sea porque lo contradicen abiertamente o porque presentan comportamientos que son percibidos en la comunidad adulta como desviados o anómalos. En este punto predominaría, en consecuencia, la orientación hacia la interdependencia. No obstante, debe tenerse en consideración que esta no necesariamente está desconectada de la independencia, ya que evidentemente prácticas tales como el consumo de sustancias psicoactivas atentan también, a medio o largo plazo, contra el bienestar y la salud de las personas individuales, obstaculizando su desarrollo.

De hecho, en años recientes varios autores han sugerido que la independencia y la interdependencia no necesariamente son orientaciones contrapuestas, sino que incluso pueden complementarse o una de ellas puede servir como preparación para el desarrollo de la otra (Rogoff, 2003; Raeff, 2006; Tamis-Lemonda et ál., 2008; Schoelmerich y Leyendecker, 2008). Cada comunidad cultural tendría que encontrar el tipo de relación o balance entre estas dos posiciones valorativas que mejor le permitan hacer frente a los desafíos a que se ve expuesta en su proceso histórico de desarrollo.

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